Que
es lo que necesitamos para darnos cuenta que somos nosotros mismos quienes cada
día nos encargamos de llevar a la especie humana al retroceso. ¿De qué nos han
servido millones de años de evolución cerebral, de pensamiento y neocorteza
elaborada si seguimos comportándonos cada vez más como unos reptiles que actúan
con su primer sistema emocional y animalesco?
Duele
asimilarlo así, pero preferiría que mis conclusiones de hoy fueran: “hemos
avanzado” “vivimos mejor que hace millones de años atrás”. Quisiera asegurar
que tras millones de años de evolución somos por fin una especie donde el amor,
la autoestima y el autocontrol gobiernan nuestra vida.
Si tan
solo rompiéramos los círculos viciosos de nuestra sociedad, los patrones de
violencia e inseguridad que se han ido instaurando en nuestros inconscientes
colectivos quizá aún tuviéramos la esperanza de pensar en una verdadera
transformación de las generaciones venideras. Hace falta entonces un periodo de
consciencia donde todos los agentes constructores del hoy, despertemos del
sueño colectivo y rompamos las barreras de la reproducción, el tradicionalismo
y la desigualdad.
Hablar
de amor, no es solo poesía, hablar de amor no es hablar de un ideal. Verlo como
ideal es la razón por la cual no somos capaces de aplicarlo en nuestra
cotidianidad. No es imposible, no es una idea loca. Es revolucionario el amor,
porque la corrupción del humano le ha llevado a pensar que es un sentimiento
con poco valor. Pero vaya trascendencia.
Desde
nuestra labor como docentes, debemos ser reflexivos y ver que más allá de
educar al niño hay que educar a los padres, puesto que son el primer referente
de conexión y afecto de los mismos. Hay que mostrarles poco a poco el cambio
para romper los vicios, para acabar los ciclos que se Aunque para nuestros tiempos parezca ideal, todavía sueño con un lugar lleno de niños amados. Lleno de seres humanos que nunca han carecido de la energía creadora y dadora del amor, y es que es un sentimiento elaborado únicamente por la psique humana que nos hace completos y dignos de las relaciones con otros seres humanos.
van convirtiendo en
aquellas catástrofes sociales de las que ya hacía mención. Hay que volver la mirada, hay que poner el
dedo en la llaga.
Actualmente, el hombre aún se cuestiona las razones por las cuales el mundo está lleno de personas con tantas dificultades y necesidades físicas, emocionales y espirituales. Se pregunta sobre en qué momento el mundo se convirtió en el lugar más inhabitable del universo, con tan poca tolerancia, desigualdad, violencia y desequilibrio.
Desde nuestra cotidianidad, todos hemos tratado de inculpar al contexto, a las circunstancias, de los catastróficos fenómenos sociales -que han ido apagando el verdadero sentido del amor mismo: Unir, enlazar, apaciguar, confortar-; sin hacer una mirada introspectiva de todo aquello que pasa y que parece sernos tan externo. En este sentido, dejemos de preguntarnos ¿Qué pasa con el mundo?, digamos mejor ¿Qué nos pasa? ¿Qué le paso a los seres humanos? ¿Cuándo dejamos de mirar hacia dentro y comenzamos a mirar afuera?
Responder es sencillo: No nos gusta encarar, evitamos a sobre manera hacernos verdaderamente responsables de todo lo que acontece en nuestra cotidianidad: tantos asesinatos, asaltos, explotación infantil, prostitución, abandono, entre muchas otras complicaciones sociales que solo nos llevarían, poco a poco a hundir el rostro en el fango de la pesadumbre y la vergüenza.
Mi
propuesta es entonces construir una “escuela para papás” donde el contenido
central del currículo sea la revolución, transformación y propagación del amor
como primera y fundamental apuesta de la verdadera evolución humana.
Carolina Palacios
Ortega
Licenciatura en
Educación Preescolar
Universidad de San Buenaventura.